viernes, 18 de noviembre de 2011

Final

¿Se acuerdan que dije que conservaría este blog para siempre? Sinceramente, creo que no podré. Más adelante se explicará el por qué.
Leí mi primera entrada. POR DIOS, ¿Qué pasaba por mi cabeza en ese momento? Reclamona, chata de todo cuando recién estábamos en marzo; insegura de todo lo que se me venía por delante, y pensando todo lo que demoraría en llegar a mi último día de clases... Y aquí estoy, tecleando como una ex estudiante del Colegio Montahue, sin darme cuenta como el tiempo voló instantáneamente. Quizás soy la única a la que le pasa, pero todo lo que creí claro hasta hace un tiempo atrás, ya no lo considero más. Sí quiero ser profesora; sí quiero enseñar, tener paciencia, caminar con jóvenes que quieren alcanzar sueños, y tenderle una mano a quienes creen no poder llegar a ellos. Principalmente, porque tuve profesores así durante mis últimos seis años de escolar, los que se encargaron de afirmar bien mis raíces, de regar mis esperanzas, y de plantar semilla en buena tierra... Educadores, personas de calidad que te trataban como eso, personas, capaces de lograr todas las metas puestas en nuestro porvenir.
He notado un crecimiento en mí. Este año no fue fácil para mí. Cruce una infinidad de porquerías, cosas y personas que quise olvidar y matar de mi memoria. Pero, Dios terminó enseñándome de manera extraña que suceda lo que suceda, todo tiene un por qué, un propósito, y que como hija de Él, solo debo perdonar. Definitivamente, queda mucho que crecer, cambiar, madurar y caer del árbol. 
Revisando otras entradas, me arrepiento de una en especial. "Sinceridad Lingüística" se salía de todo contexto escolar, pasando el límite de lo personal. Pero la principal razón del por qué creo, no debí escribirla, es bastante sencilla: esa área de mi vida ha sanado hasta el punto de no dejar cicatrices. Para ese entonces, yo solo era de las que respondía de la misma forma, y hasta hoy, he aprendido que la peor manera de resolver las cosas es ojo por ojo, diente por diente. Por lo mismo, pido perdón para quien fue dirigido, si herí más de alguna fibra, o incluso si le resbaló proviniendo de mí: "Desconocida", te deseo lo mejor.


Hoy fue maravilloso. Lloré desde el alma, desde incluso más profundo... Extrañaré mi colegio. Ese lugar en el que Dios se sentía por donde caminaras, en donde podías orar si lo necesitabas, alabar, o simplemente caminar sin rumbo, porque siempre te toparías con alguien: un profesor, algún compañero, o hasta la Canela, que aunque no lo crean, más de alguna vez me acompañó hasta mi casa, queriendo entrar la patuda... Fue y será la perra más increíble del mundo. Como alguna vez leí en algún blog, en ella, aunque sea un animal, se puede ver reflejada fervientemente la personalidad de Jesús: siempre fiel, humilde, precisa. Si hasta lloró el último lunes de nosotros, el cuarto medio... Jamás las palabras serán suficientes para agradecer todo lo que viví en ese lugar. Desde las cosas malas, hasta las buenas...
Curso: Los Amo, y Amaré siempre. Nos encontraremos en la Iglesia, en los retiros, en el grupo de jóvenes, y en más de algún asado, con la guitarra, las palmas, y las voces que no callaremos jamás, porque ese es nuestro propósito: Hablar y confesar a nuestro creador.
Profesor Luis: Uf... Mi futuro colega, nuevamente gracias por absolutamente TODO. Por inspirarme como lo hizo, los consejos, las bromas, los chistes, el hacerme creer que sí soy buena en la literatura, y ser mi referente en la sala de clases. Lo quiero muchísimo, hermano en Cristo.


A estas alturas, no sé si esta todo bien redactado. Solo se que como última publicación, vomité todo lo que sentí, no había expresado en este lugar. No seré capaz de escribir nuevamente aquí, con otras anécdotas, otros reclamos, otras historias... Todo lo que se escribió, es genuino, perteneciente a esta etapa de mi vida. Por lo mismo, se que algún día volveré a releer a la Daniela que soy hoy. Todavía malas pulgas en las mañanas, llorona, que se ríe hasta por los codos, y que es sobreexigente consigo misma, en especial en las áreas que se le hicieron amenas. 
Pero esta Daniela también, se lleva en el corazón que aunque siempre se catalogó como Humanista, logró captar al final de la larga carrera, que Dios tiene un propósito gigante para su vida, que incluso en sus debilidades la hará fuerte... Gracias Señor.



FIN.

lunes, 14 de noviembre de 2011

5

Lunes... Listo.

Sé que faltan algunos en la foto, pero es una foto que tomamos hoy, y... No sé. Aprovecho las últimas instancias de nostalgia que me van quedando.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Cuenta Regresiva

Todo el mundo me lo dijo. Cada uno de los seres que me rodean y pisan la tierra comentó: "Se pasará volando". Y así, como si de una bola mágica se tratase (o simple experiencia), fue. Ahora, algo ansiosa, espero sin más que esta semana pase tal cual pasaron las muchas otras, caminando junto a mi lado, sin que yo me diese cuenta; algunas me sonrieron, otras me lloraron... Otras me gritaron de rabia, de cansancio, y otras pocas se hicieron inolvidables y maravillosas de una forma simple, no por lo que aparentaban, sino por lo que contenían.
Oficialmente, no quiero que esta sea mi despedida. No todavía. Siento que hay un enorme corcho en mi corazón, tapando y encargándose de no dejar salir atisbo de emoción letrada. Eso sí, hasta hacía un par de días atrás, el blog no era mi prioridad.
¿Alguien me explica por qué fui a parar a Urgencias a nueve días hábiles de salir del colegio? Quiero creer, pensar y sentir que Dios tenía algún propósito desconocido para mí... Quizás darme cuenta lo frágiles que somos, y no porque lo viese solo en mí, específicamente. En un lugar como ese, aunque se trate de una Clínica, la atención sigue siendo escasa, mala. Fracturados, riñones que no cumplían su función, escuchar vómitos caer al piso de algún lugar cerca de la salita en dónde mi presión quería escapar hasta las nubes y no volver... E interminables otras condiciones humanas, que gracias al cielo, lo mío no era más que una nimiedad.
Aún así, los días de licencia pude concluir que sería la última oportunidad de enfermarme sin que me perjudique demasiado. El próximo año, no habrá dedicación de alguna Javiera Zúñiga que se encargue de mandarme pautas y recordarme tonteras escolares... Tampoco un Maximiliano Ochoa que me espere todas las mañanas para irnos juntos al colegio; tampoco una Anastassia Nallar que me haga reír hasta que me duela la guata, o un Franco Tacchi que hable tanta tontera junta. O un Matías Valenzuela con el cual discutir hasta que abrazar; tampoco una Daniela Mora que se siga preocupando por mí a pesar de la "lejanía", o un Alvaro Navea que con su guitarra y su música me distraiga cuando lo necesito; una Francisca Villalobos que con un abrazo haga demasiado; menos un Camilo Muñoz que con su objetividad me haga pensar en cosas que quizás el no se imagina; un Sebastián Arraño que se queje por fuera, pero que sea tan agradecido por dentro; un Pedro Pablo Ahumada que pregunte las cosas tantas veces como tú le has respondido, y siga siendo agradable, o un Nicolás Allende que con su "loca" me saque más de quicio, y aún así se lo aguante...

Curso, ¿Se acordarán de mí como yo los recordaré?

lunes, 7 de noviembre de 2011

Dos Semanas

En un principio dudé si escribir sobre lo nada que nos queda para salir de nuestra burbuja estudiantil. Es el tema que prepondera en todos nuestros blogs, esa emoción, sutileza, importancia, o quizás todo lo contrario para algunos. Yo quería escribir alguna porquería loca, de esas que suelo manifestar en mi cabeza incluso en momentos inimaginables... Pero que va. ¿Cuántos años he anhelado esto? Salir temprano, saber que no queda nada para atravesar esa línea que no nos dejará volver atrás jamás... Hasta ahí. He estado guardando el mejor de mis discursos para la última semana oficial. La última publicación en este lugar maravilloso.


Así que hoy sugiero agradecer: esta publicación Profesor Luis, va para usted.

Se que muchos se tomaron esta actividad de comienzo de año, no con la mejor disposición. Todavía existen algunos declarando que escribir semanalmente se trata de una especie de calvario; pesadillas hechas realidades. Pero he podido notar a lo largo de este año lleno de sorpresas, en dónde la Caja de Pandora es Disney World, que en el fondo, muy en el fondo de todos sus corazones, les gusta esto. Incluso a los que critican publicación tras publicación, saben que llega un momento, en donde ustedes se transforman en ese escritor que deja de tener sus nombres, sus características físicas, sus dedos, más no sus sueños, sus intenciones... Todos nos transformamos en los redactores oficiales de lo que sea que queramos expresar. ¿Quién tiene el derecho de decir quien lo hace bien o mal? ¿Quién puede borrar nuestras ganas de hablarle al mundo a través de las letras? Nadie. Simplemente, porque Dios las creó, las instauró dentro de nosotros, y necesitamos de ellas para vomitar de una forma muy sofisticada, lo que tenemos inmerso, en nuestra cabeza, corazón, alma, espíritu. 
Se que muchos de ustedes (o la mayoría), no se dedicaría a redactar el resto de su vida. Y está bien, porque probablemente, todos ustedes me dejarían sin revista o diario en donde publicar. Todos somos buenos. Todos hemos logrado caminar durante un año invirtiendo tiempo, y ganando conocer, dos enormes factores que muchas veces no se dan dentro la sala de clases. 
Pues bien, nuestro Profesor de Lenguaje y Comunicación, Luis Moran, nos regaló una herramienta maravillosa. Personalmente, puedo decir que gracias a él he podido entrenar mis dedos y mis ganas. Debo confesar que desde siempre me gustó leer y escribir, más cuando me comenzó a hacer clases un algo tímido profesor (de lo que ya no queda), pude comprender que la imaginación no se basa simplemente de lo que queremos, si no de lo que vivimos; los cuadernos de redacción se vieron envueltos hasta expirar, matados por la punta de un lápiz que jamás ha querido descansar; lo mismo que sucederá con este blog. Toda esta asimetría verbal, este mundo tan personal, quiero que dure hasta que mis dedos dejen de teclear... Entonces, solo me queda tener un corazón agradecido; principalmente hacia Dios, quien puso delante nosotros un soñador y esforzado profesor, que con vocación y amor ha plantado en cada uno, la semilla del escritor... La semilla del escritor, que redacta su propia vida, sin necesidad de papel.


Recordad: "Si la vida es como un naufragio... Que sea feliz el que pase remando"

lunes, 24 de octubre de 2011

Inmensidad


Es como mentir, diciendo que nunca creíste que las nubes fueran de algodón.
Todos lo hicimos. Todos quisimos pasar horas y horas riendo,
jugar con los rayos de sol, cerrar los ojos y volar.
Volar, hasta encontrar un lugar lejano y espacioso, asombroso.

No importa cuanto niegues lo que siempre has creído
En algún momento, volverás a los brazos de tu padre... A los brazos de tu creador.





viernes, 21 de octubre de 2011

Conclusión: paquete de cabritas.

Perdón.
Sé que sabes que estas líneas son para ti, y sé que también conoces la razón del por qué, repentinamente, ventilo un poco de nosotros con los inciertos lectores desconocidos, que puede, aparezcan sin ser invitados por aquí, en dónde está legítimamente permitido tomar posición de oyente entre palabras escritas.
A veces soy demasiado aniñá'. Muy llorona, emocional, mala onda, y otras veces, dispersa como para irme entre las ramas hasta un lugarcito cargado de risas, golpes, tomadas a la ligera; ahí en dónde flotan horas de entrenamiento escondiendo vertiginosas frases desenterradas del espíritu, del alma.
Eres in-creíble. Tanto, que muchas veces me pregunto si es que llego a pesar poquito más que un paquete de cabritas en cuanto a mi forma de demostrar las cosas. Cualquier muestra de afecto a tu lado, es absorbida por tu irracional forma de quererme, de demostrarle al mundo cuan enamorado estás, llevando mi mano sin querer soltarla... Y créeme que a mí me pasa igual; me pasa cada vez que caminamos por la calle, y repentinamente solo son nuestros pies los marchitados de caminar, inmersos en un lugar lleno de nadie. Mi problema es que me cuesta hacerlo demasiado bien.
Sé que no exiges (o no quieres) nada. Sé que por muy raro que hubiese parecido en el Hugo anterior, luchas con tus fuerzas para no hacerme sentir inferiormente romántica. Pero lo soy. Y hagas o dejes de hacer, puedo darme cuenta que, me queda mucho por seguir aprendiendo. 
Aún así, sé que te frustras. Te molesta, y te doy mi palabra de Chinita que estoy intentando hablar ese mismo idioma que tú, de una forma inigualable; que a pesar de no desconocer del todo esa pronunciación, puedo llegar a pronunciarlo de igual forma que tú; de la que a ti, como compañero de carrera, te gusta y necesitas.
Concuerdo con que "Las palabras se las lleva el viento". Pero sé, que estas, las que hablamos y leímos en los ojos del otro, no pueden irse así de fácil; menos cuando tienen tanto peso, y están tan atadas a esto que somos.



Ps. Espero mis disculpas sean adornadas por una sonrisa tuya.
Perdón nuevamente. Y Te Amo.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Capítulo 1

"Sé que un día llegué a París, sé que estuve un tiempo viviendo de prestado, haciendo lo que otros hacen y viendo lo que otros ven. Sé que salías de un café de la rue du Cherche-Midi y que nos hablamos. Esa tarde todo anduvo mal, porque mis costumbres argentinas me prohibían cruzar continuamente de una vereda a otra para mirar las cosas más insignificantes en las vitrinas apenas iluminadas de unas calles que ya no recuerdo. Entonces te seguía de mala gana, encontrándote petulante y malcriada, hasta que te cansaste de no estar cansada y nos metíamos en un café del Boul Mich y de golpe, entre dos medialunas, me contaste un gran pedazo de tu vida.
Cómo podía yo sospechar que aquello que parecía tan mentira era verdadero, un Figari con violetas de anochecer, con caras lívidas, con hambre y golpes en los rincones. Más tarde te creí, más tarde hubo razones, hubo madame Leonie que mirándome la mano que había dormido con tus senos me repitió casi tus mismas palabras. "Ella sufre en alguna parte. Siempre ha sufrido. Es muy alegre, adora el amarillo, su pájaro es el mirlo, su hora la noche, su puente el Pont des Arts." (Una pinaza color borra vino, Maga, y por qué no nos habremos ido en ella cuando todavía era tiempo.)
Desde la infancia apenas se me cae algo al suelo tengo que levantarlo, sea lo que sea, porque si no lo hago va a ocurrir una desgracia, no a mí sino a alguien a quien amo y cuyo nombre empieza con la inicial del objeto caído. Lo peor es que nada puede contenerme cuando algo se me cae al suelo, ni tampoco vale que lo levante otro porque el maleficio obraría igual. He pasado muchas veces por loco a causa de esto y la verdad es que estoy loco cuando lo hago, cuando me precipito a juntar un lápiz o un trocito de papel que se me han ido de la mano, como la noche del terrón de azúcar en el restaurante de la rue Scribe, un restaurante bacán con montones de gerentes, putas de zorros plateados y matrimonios bien organizados. Estábamos con Ronald y Etienne, y a mí se me cayó un terrón de azúcar que fue a parar abajo de una mesa bastante lejos de la nuestra. Lo primero que me llamó la atención fue la forma en que el terrón se había alejado, porque en general los terrones de azúcar se plantan apenas tocan el suelo por razones paralelepípedas evidentes. Pero este se conducía como si fuera una bola de naftalina, lo cual aumentó mi aprensión, y llegué a creer que realmente me lo habían arrancado de la mano. Ronald, que me conoce, miró hacia donde había ido a parar el terrón y se empezó a reír. Eso me dio todavía más miedo, mezclado con rabia. Un mozo se acercó pensando que se me había caído algo precioso, una Parker o una dentadura postiza, y en realidad lo único que hacía era molestarme, entonces sin pedir permiso me tiré al suelo y empecé a buscar el terrón entre los zapatos de la gente que estaba llena de curiosidad creyendo (y con razón) que se trataba de algo importante (...)"
-Julio Cortázar.


                                         
Un aplauso hasta que  de las palmas se nos borren las líneas de caminos inimaginables.

sábado, 1 de octubre de 2011

Simplemente


Ciertamente, no había mucho de qué conversar. Él, dedicaba su existencia a mirarse las zapatillas que ya rotas, hablaban sobre lo mucho que le gustaba andar; Ella, solo esperaba con el corazón en la mano. Esos silencios eternos, en donde el tiempo es el peor enemigo, eran tortuosos e incluso dolorosos para una muchacha, que ya se había cansado.
Los ojos cafés del poseedor de todo lo que respectaba a la niña mujer que tenía a un lado, se fijaron en el leve temblor de aquel rojizo labio inferior, que solo chocaba con el superior en una especie de “pinta carnal”. Era adorable, de eso no cabía duda, pero eso no era suficiente.
“Marcela”, dijo con voz segura, mientras rozaba su mano para que se detuviese. “Las cosas deben llegar hasta aquí...”
Por una fracción de segundo, la muchacha creyó desfallecer, mas su postura de indolencia solo congeló sus finas facciones y asintió con un movimiento suave de cabeza.
“De acuerdo”, respondió con una sonrisa que nunca nadie creyó.
Francisco tenía ganas de decirle que quería seguir siendo su amigo, pero algo más fuerte que la razón (algo que late, casi nunca correspondido) le cortó toda cuerda vocal. Ella no quería escuchar aquella cruda petición. Y seguramente, no volver a verlo, por más que su carnalidad se revolviese tortuosamente por dentro.
Seguramente, fue por esa misma razón que nunca más se le vio.


Alguna vez lo escribí, cuando aun tenia mas imaginación que ahora.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Una mano

Cuando el metro se paró antes de llegar a Moneda, supe que algo no andaba del todo bien. Díganle sexto sentido, predisposición e incluso pesimismo, pero el freno del vagón había sido demasiado brusco como para que fuese normal. Los rostros en general estaban a alerta, atentos a cualquier movimiento en falso…
El primer minuto sonreí algo nerviosa, y en teoría, la voz de Hugo me convencía que todo iba a estar bien, y que saldríamos de ahí rápido… A los cinco minutos, ninguno de los dos estaba demasiado con esa postura, aunque queramos declarar lo contrario. Hacía un calor asqueroso, la gente a esas alturas conversaba algo alertada, quizás algunos rostros aterrados se mantenían con el orgullo en silencio. Yo quería desaparecer.
“Se les informa que todas las líneas del metro se encuentran con una falla eléctrica. Por favor, evacuar el tren en la estación siguiente”.
Universidad de Chile (quiero creer que era un buen presagio para mi persona). Todos como animales siendo dirigidos por nosotros mismos, intentábamos salir a respirar aire un poquito más fresco que ese concentrado sudor  compartido sin más remedio dentro de la estación. Y la realidad allá afuera, era un poquito más desastrosa. Por tanto, con Hugo nos armamos cual alma de periodistas con una cámara para capturar aunque sea unos instantes la histeria colectiva (que tan alejada de nuestra mirada no estaba) antes de que el terror del “lanzeo santiaguino” fuera verbo en nuestros bolsillos, y peor aún, cayera sobre la cámara fotográfica de mi familia, ya que de ser así, en casa se ocuparían de hacer rodar cabezas (sí, quizás la de él también).
Caminamos como pudimos hasta el paradero que no se hallaba tan lejos, aunque en esta oscura ciudad sin fe de luz, el horizonte parecía tan sombrío y profundo, que siquiera las micros prestaban la escaza confianza luminosa de que claro, no estaban tan lejos como parecía.
Aquí estábamos los dependientes, las hormiguitas ejecutivas que trataban de ver más allá de su nariz, pero cuánto nos cuesta de día, cuando apoyados en el pasamano no se ve del metro cuadrado, cuando al saludar en realidad a nadie le interesa como estamos, cuando al ver al que necesita de reojo parece lejano ¿podría ser posible ver a oscuras, ver lo que de día nos parece imposible? No sólo necesitábamos luz, necesitábamos guía, necesitábamos agua, un paraguas por si llovía, todas las personas necesitábamos una mano.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Shilenidad.

Hacía rato que no tenía este encuentro tan cercano con las letras de mi notebook; esto de acariciarlas nuevamente, se siente tan grato, tan a gusto… También ver lo poco (re)cargado de mi blogger, no sé, simplemente se siente bien estar nuevamente en este refugio de interminables críticas mentales. Amo mi papel de escritora, y el que usted, toma de lector (si es que se pueden entender las ininteligibles ideas de una Daniela poco clara a estas alturas del año). Ya me atrasé en una semana en esto de las publicaciones, y la verdad no me siento ni veo afectada. Sí Profesor Luis Morán, la verdad es que un no siete para su asignatura, solo me hace sentir que desde el año pasado que no tengo el promedio máximo, y que desde el semestre recién ido, me he venido conformando con el seis punto nueve que me tiró como si de migajas se tratase… Pero esos temas, es mejor tratarlos en la sala, cuando puedo decirle a la cara mi poca conformidad.
Eso sí, hoy no me vengo a quejar, como pocas veces lo he hecho. Sinceramente, ni si quiera sé a que me dedicaré hoy; si es que a algún tema contingente, noticioso, algún hecho que verdaderamente valga la pena, y las postergables horas de sueño que me vienen pesando desde las siete de la mañana.
Así que, ¿Qué mejor que hablar sobre las Fiestas Patrias? ¿Ah? Un tiquitiquití, un zapateo bien puesto mialma, y sus interminables chori panes, anticuchos, carne asá, la Pepsi sin mucho gas (para los que no tomamos), la cumbia en vez de la cueca en la radio, y las risas interminables de la familia, resonando en el patio trasero de la casa.
Septiembre siempre fue un mes lleno de favoritismo para mí. Aunque la alergia siempre ha sido mi peor enemiga, es innegable que ese calorcito rico de septiembre, donde el viento sigue siendo el mejor acompañante de caminatas maquinadas, y el fresco de la tarde es un poquito más cálido de lo que se acostumbra después del invierno amante, es la mejor receta para cualquiera que sufra de cualquier dolencia. Además que siempre me ha gustado el paisaje naciente de tamaña fecha del año, desde hace uno atrás que se convirtió en algo más que especial. Un doce, para ser específicos.
El asunto es que para mí, no hay mejor fecha e instancia para compartir que el dieciocho. Aparte que es tan rico comer (por qué no decirlo), me encanta el ambiente nivel Chile que se concentra y se combina con el cochino aire santiaguino; hasta lo hace más agradable, fíjate tú. Es rico y triste a la vez, ver que por un fin de semana largo que sea, más de la mitad de la población chilensis se sienta un poquito orgulloso de pertenecer a tremendo país. Siempre he sentido que si se leyese más historia, probablemente seríamos unos apasionados por la tierra que nos tocó trabajar; que no nos fijaríamos en las culturas repetitivas de otros países, ni tampoco la intención de copiar todo; un Made in Chile que no nos vendría demás (creo yo).
Por lo mismo, espero que todos pasen unas increíbles fiestas; reviéntense comiendo (en un hermoso y poco literal sentido, en lo posible), disfruten con sus amigos y familiares, lloren de risa, bailen, conversen, tomen muchas fotos, y por qué no, aprovechen los días que nos dio el colegio para terminarse Fuenteovejuna… Ahora enserio, queridos compañeros, denle gracias a Dios por vivir en un país, dónde la estrella, el blanco, el azul y el rojo, son partes iguales de un corazón; por esa Primera Junta Nacional de Gobierno, que por divinidad, no fue dirigida por Don Seba Piñera; probablemente, estaríamos todavía en mesa de dialogo. Y bueno, para el Profesor que me encomienda trabajar en este blog… Pásela chancho en Argentina, poco patriota. Mire que justo irse para la baila' de cueca. Mish.


 Avíspense, y de verdad. Si alguno de ustedes va a manejar después de tomar olímpicamente... Pásen las llaves.
Aunque ninguno de ustedes, compañeros de mi alma, tiene licencia. Así que solo me queda decirles... Cuidado con sus bicicletas y sus pies.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Inopinado.

La vida se va en segundos, así como llega. Nada nos asegura ni ata sobre la faz; ni el dinero, ni la posición, ni tampoco la fama. Mucho menos quienes decimos ser, y quienes pregonamos, seremos. Cuando Dios traza líneas diferentes sobre nuestro plano de vida, no hay nada que se pueda hacer en contra de ello, por más que caigamos de rodillas, nos revolquemos en el piso, gritemos de dolor.
Llegó hasta lo más profundo de mí ser la noticia de este fin de semana. Era (y sigue siendo) como esa sensación que te recorre por todo el cuerpo, y que por más que ves, no lo crees. Cuando un peñisco en el brazo, no es suficiente; cuando las probabilidades se enfrentan con la fe, la esperanza, eso que queremos y necesitamos creer.
Fueron veintiún cuerpos, espíritus, almas, hijos, amigos, amantes. Veintiún personas que seguramente tenían planes, sueños. Familias que esperaban ansiosos por recibir fotos, noticias de la Isla a la cual acudían, sin más que ayudar. Pero las vueltas de la vida, y literalmente las del avión, arrugaron sus destinos: el propósito de ellos humanos, no se cumplió.
Para los que me conocen, no les deslumbrará precisamente, saber que lloré. Principalmente, porque no esperas todos los días que gente muera así, de forma terrible. Me preguntaba, ¿Qué habrá pasado por sus cabezas? ¿Cuáles fueron sus últimas palabras? ¿Habrán pensado en Dios? ¿Lo conocían a caso? ¿Se arrepintieron? Así que no lloraba por que existiese gente conocida en esa tragedia, o por simple pena: lloraba por sus almas, por esa cruda realidad que muchas veces tenemos a diario, pero que nos hacen tomar conciencia cosas como estas. ¿Cuánta gente muere cada día y no ha aceptado a Jesucristo? No a ese religioso que los católicos y otros suelen poner lejano, por allá arriba; sino a ese que vive dentro de uno mismo, a diario, esperando por abrir esa puerta de nuestro corazón, que suele estar cerrado bajo llave. ¿Qué es lo que hacemos callados?...
Quizás para lo que debería escribir, esto es poco. Y es que siento que respecto al tema, no tengo más palabras. Muchas preguntas, respuestas conocidas… Solo le pido a Dios por cada uno de los que viajaban en ese avión: Felipe Camiroaga, Roberto Bruce, Sylvia Slier, Carolina Gatica, Rodrigo Cabezón, Felipe Cubillos, Sebastián Correa, Joaquín Arnolds, Catalina Vela Montero, Joel Lizama, Jorge Palma, Gália Díaz Riffo, Romina Irarrazabal, José Cifuentes, Rodrigo Fernández, Carolina Fernández, Juan Pablo Mallea, Erwin Núñez, Eduardo Jones, Eduardo Estrada, y Flavio Olivo.
Para finalizar, solo me queda agregar que espero, esta semana puedan encontrar sus cuerpos; y esperar por un milagro.


domingo, 28 de agosto de 2011

Puerta Número Veintiseis.

Los pies de Elías corrían erráticos por los pasillos de aquel departamento. Con el corazón a mil por segundo, la respiración apresurada cómo cada noche de cálido sustento, y aquel putrefacto sentimiento que no lo dejaba pensar con claridad, no hacía más que ignorar el roce del aliento de ese viento filtrado por las pequeñas ventanillas del lugar. En esos interminables pasillos llenos de suspiros, podían estar invadidos de mortíferos elementos, más, a él realmente no le importaba.
Las lamentaciones tardías de su conciente, no hacían más que devorarle la memoria; tener ganas de agarrarla de alguna forma posible, y arrancarla. Ensordecer los oídos internos de su alma, y simplemente ignorar. Ignorar que había procedido mal. Tan mal que ahora le estaba costando su ser, su pensamiento, su razón, su necesidad, su latir diario, su mirada, y su sonrisa matinal.
Ahí todo se estaba transformando eterno, desesperante, cómo si nunca llegase a su destino final. Pero tenía miedo. Un increíble y poco satisfactorio miedo que lo invadía desde más allá de su frente, hasta más acá de los pies. Y maldecía. Maldecía una y otra vez, en su pensar, y en voz baja, e incluso lo gritaba, mientras las manos le carcomían la piel por golpearse a si mismo. Arrancarse los dientes, fracturarse la nariz. Y sí, el lo merecía.
Desesperado, y con la frustración siendo expulsada a través de sus nudillos, comenzó a golpear la puerta del departamento número veintiséis una y otra vez, ignorando la fuerza, la impotencia, y el dolor acumulado en los huesos de su mano.
“¡Lucía!”, gritaba ignorando las miradas discriminadoras y malintencionadas de un par de señoras que abrían la puerta continua a sus gritos. “¡Lucía, ábreme la puerta, por favor!”.
Y así continuaba, intentando atravesar con frustración enclaustrada, aquella puerta que le impedía el paso. ¿Habrían sido ciertas las palabras que repentinamente llegaron a sus oídos? A medida que su mente comenzaba a inundarse con la peor de las noticias, sus ojos hacían lo mismo con lágrimas reprochadoras hacia su persona. Pequeñas, pero verdaderas lágrimas que mojaban el borde de un ojo que jamás había llorado por amor, o algo que se le pareciese.
“Disculpe”, una voz masculina y proveniente de sus espaldas lo sacó de su funeral personal. “Escuché que está buscando a Lucía, joven”.
Elías, quien tiritaba como si la nieve comenzase a carcomerle la morena piel, se volteó lentamente para mirar a un caballero de rasgos definidos y amables. “Si. ¿Sabe dónde podría encontrarla? Me urge… Me urge hablarle”.
“Me temo que no. Lucía se fue a Temuco con su familia. Pero, le ha dejado esto”, estiró su brazo arrugado por los años, y le entregó un sobre blanco, con su nombre escrito a tinta negra, e imprenta de Lucía.
“Muchas gracias”, respondió el atribulado muchacho, mientras veía como el hombre le sonreía amablemente, y entraba nuevamente a su hogar.
Una vez solo, y sin ojos que lo observaran, caminó hasta apoyar su espalda en la puerta número veintiséis, y descendió lentamente hasta caer sentado. Con las manos temblorosas, abrió el sobre intentando no romperlo, más le fue imposible; los nervios romperán la cordura, incluso de un tranquilo e inofensivo sobre de papel.
“No quiero escuchar explicaciones. No quiero escuchar más mentiras, Elías. No quiero saber que harás de tu vida, y tampoco quiero que sepas que sucederá con la mía. Solo quiero que no me busques, porque, no me encontrarás. Será una perdida de tiempo, y una pena circunstancial, después de todo, volverás a los brazos de quien te dio felicidad en tu pasado, y quien irrumpió nuevamente en tu presente… Solo te pido, que si algún rastro de respeto queda de tu parte hacia mí… Que si solo queda algo de respeto, te olvides que alguna vez existí en tu vida, y de los besos, las caricias, las canciones y los poemas con ortografía delicada te escribí. 
Lucía”.
El pequeño mundo dentro de su mundo, se derrumbó. No solo quedaban rastros de respeto hacia la mujer que le dedicaba cada fría línea, si no que además, amor. Había cometido un error, y lo estaba pagando, más, era persona. Un ser humano de los corrientes, de los que se caen como cualquier otro. Y él la necesitaba increíblemente para ser feliz. Él podía notar que ella realmente no quería decirle adiós… No quería decirle adiós al hombre que la había hecho sentirse como la mujer más especial sobre la faz del planeta, del continente, del país, de la ciudad, de sus sábanas, de su piel. Pero Elías sabía, no podría perdonarlo. No podría permitir semejante inconsecuencia, poca compostura, y nada de control.
Los sollozos se hicieron aún más fuertes, acoplándose con los de Lucía, quien se encontraba dentro del departamento, también con la espalda apoyada en la puerta, y derrumbada sobre la alfombra, afirmando su mano, y ocupando toda la fuerza acumulada en su cuerpo para no abrirle la puerta, a quien hizo lo contrario con las de su pequeño infierno racional…

viernes, 19 de agosto de 2011

Her Morning Elegance.

No sabía muy bien que comentar esta semana. En general, no han pasado cosas sobre naturales; todo ha marchado sinceramente bonito y tranquilo. Las mañanas siguen siendo igual de ociosas al despertar, y el mundo sigue pareciendo lo peor cuando intento mirar bien. No sé si sabían que mi estado de coma natural, dura hasta el primer recreo, o sea, a las diez de la mañana. Así que si alguna vez he sido más pesada de lo normal con alguno de ustedes en el horario específico, ya sabe que no es por odio, ni por que me cae mal, simplemente porque nunca he sido muy amiga del despertar.
En todo caso, hoy no pretendo hablar de lavados de cara, lagañas, y todo lo que conlleva el encontrarse con la espantosa realidad después de un reconfortante sueño.
Estuve pensando durante todo el día que tema desarrollar. Quizás escribir algún cuento, pero siento que no va con el estilo del blog, después de todo, esta cuestión tiene nota, es para comentar el día a día, y si me voy muy en la volá, el Profesor a cargo me podría llamar la atención; después pensé que podría hablar sobre La vida es Bella, pero ya rayé la papa lo suficiente con el trabajo de Historia y la Segunda Guerra Mundial, dejándome extenuadamente apagada.
Así que, decidí entregar un tesoro en este humilde, no muy colorinche y sincero blog. No caballeros, no es dinero, ni el numero de la cuenta corriente de mi papá (llena de deudas), ni mi contraseña (cueck), ni nada que seguramente a usted, persona a través de la pantalla, pueda conseguir para beneficio de su bolsillo: pero sí alimentará su corazón, sus oídos y su vista.
La primera advertencia, es que lo que viene a continuación, no se clasifica en el género pop (según tengo entendido), especialmente porque el artista, es para nada conocido. ¿Cómo fue que llegó a mis oídos entonces? Tan simple como que un día de verano, en un atardecer de Viña del Mar, cerca de las raíces de un árbol gigante, sonó en un audífono audiblemente delicioso que me llamó la atención, y me hizo acordar que en alguna vida lejana, un ex camarada me la mostró.
La segunda, es que cuando vi el video, me enamoré de él locamente. Si usted tiene atisbo de maravillarle las cosas bonitas y algo de originalidad, sabrá apreciar el por qué. Creo habérselo enseñado a la Javi y nadie más. Principalmente porque tenemos el mismo gusto (o muy parecido) en cuanto a arte visual.
La tercera es que, si no le gusta, entonces esta lejos de compartir los mismos gustos que yo; y si encuentra que no es su estilo musical, sáquese el prejuicio de los ojos y los oídos y recuerde que la música es una sola; la música, esa que es capaz de mandarnos tan lejos, que en algún otro satélite podemos encontrar realidades recónditas; la música, esa que se bien que usted y yo conocemos, incluso si no nos hemos hablado ni si quiera una vez.

Así que ahora siéntese, póngase cómodo, traiga cabritas si quiere, y no pestañee, porque lo que presenciará a continuación, si es que no lo ha visto, le fascinará.

  
Ps. Si cree que fui demasiado exagerada, hágamelo saber.  

martes, 16 de agosto de 2011

Video de la semana.


La Javi dijo que me gustaría este video. Lo ví, y no pudo penetrar mi felicidad de otra forma que no fuese en un hermoso sentido.
Es tal cual, todo. Así que Hugo... Ésto es para tí.

jueves, 11 de agosto de 2011

Insomnio.

Cuando era chica (incluso más), encontraba que lo más fome que podía hacer el ser humano, era dormir. Me aburría de una forma incalculable cuando mis ojos se abrían alrededor de las ocho de la mañana, un día sábado, sintiendo como si hubiese estado revolviéndome en mi cama durante días, semanas, meses. ¿Qué hacer en circunstancias tan difíciles? Mi mamá siempre me decía cuan importante era respetar el sueño ajeno, por ende, siendo hija única (en esos entonces) y con miedo de ir al living a prender la tele, me quedaba acostada boca arriba, mirando el traga luz de de mi habitación, cuando Providencia era mi comuna.
En esos años, fue cuando inventé una especie de mundo dentro de mí misma; un lugar lleno de miles de cosas que me mantuvieran apartada del ruidoso silencio de una casa con dos respiraciones al unísono, desde alguna habitación cercana a la mía.
Allí dentro sucedía de todo. Si quería ser malabarista, astronauta, doctora, bombera, etcétera, ese era el lugar indicado para graduarme de lo que quisiese, con los magísteres y doctorados que se me antojaran.
Me acuerdo que mi rol favorito, era el de volar. Esa libertad inimaginable y tan poco tangible que transportaban mis pies desde el suelo, hasta las nubes, las cuales eran de algodón, y no la masa de aire con la cual matan tu sueño de dormir sobre una de ellas. En donde llegar a tocar el sol no te mataba a kilómetros de distancia, y el poco oxígeno a semejante distancia, no te apretaba los pulmones hasta dejarte sin respiración.
Ahí, con mi creatividad de niña lo bauticé “Mi Lugar Feliz”. Tengo plasmado en mi cabeza, los colores hermosos que se formaban en ese atardecer, como la lluvia de estrellas danzaban por doquier, y como todo era perfecto, fuera de órbita.
Ahora, cuando creces, ese lugar ya no es tan feliz. Tus ojos han visto otras realidades, experimentado otras situaciones, no ven desde la perspectiva que solías hacerlo; los colores se ven algo opacados, apagados. Decepciones, malas administraciones de un lugar tan bonito como lo es tu imaginación.
Pensé que jamás volvería a habitarlo de la forma en que antes lo hacía. Lo encontraba tan sucio y desordenado, que ganas no me daban de rondar. Los paseos matutinos parecían postergados por algún “otro que hacer”.
Por suerte, descubrí que el orden y el aseo de ese lugar que me ha resguardado por años, me corresponde a mí. Con los años, un par de habitantes se sumaron, y me han ayudado con el polvo impregnado a cada pensamiento, y a limpiar los espejos de mis memorias, esos que se veían borrosos incluso de cerca.
No hay por qué dejar de ser niños en nuestro interior. No hay por qué saltar etapas, adelantar situaciones. No hay por qué dejar que el orgullo, el odio, y sentimientos que solo traen amargura se apoderen de nuestro corazón, de nuestro comportamiento, de lo que profesamos a través de nuestro comportamiento. No hay por qué dejar que roben nuestras sonrisas, nuestros momentos especiales, nuestras nuevas vidas. No hay por qué negar a esos pequeños que siguen revoloteando por ahí; nosotros.
Ahora, “algo más cerca” de cumplir la mayoría de edad, aprendí al fin que abrir los ojos a las ocho en punto de la mañana, no es tan fome como creí que era. A estas alturas, diez minutos incluso hacen la diferencia, en especial para alguien como yo, quien con los años fue degustando el placer de dormir; no mucho, pero como corresponde. Pero por sobre todo, aprendí a sentirme llena de eso que no se ve, pero que reboza mi alma; eso que proviene de Dios, y que me hace sentir tan liviana como si tuviese cuatro años, y quien mantiene mi lugar feliz; ese renovado espacio que no ha muerto.

martes, 2 de agosto de 2011

Esa Noche.

Esa noche pensó que él la iba a escuchar.
Que iba a postergar unos cuantos compromisos,
Y que correría por cerrar la puerta de su habitación.
Esa noche, ella creyó que el insistiría como solía hacerlo,
Que entendería el estado en que ella se encontraba,
Y que intentaría sacarle palabras con suavidad.
Esa noche, imaginó que el escucharía sus sollozos,
Que desde la distancia contendría sus lágrimas,
Y le volvería a repetir que leyese ese portal de ambos.
Esa noche, el seguramente creyó que le haría caso,
Que se dormiría temprano,
Y que iba a estar tranquila.
Esa noche, el no imaginó que a ella no le importaba la hora,
Ni sus quehaceres,
Ni tampoco que era necesaria su voz para calmarla.
Esa noche, se dio por hecho que cada uno seguiría su trayecto,
Que se hablarían mañana,
Que todo se encontraría bien.
Esa noche, el no pensó que ella podía estar maquinando algo,
Que la mente lamentablemente es poderosa,
Y que sus pensamientos la dominan.
Esa noche, se prefirió hacer oídos sordos,
Darle tiempo al tiempo,
Simplemente esperar.
Esa noche, ella no asumió consecuencias,
Se aclaró a si misma por qué el no seguía al otro lado del teléfono,
Y sonrió de forma irónica:
Esa noche… Esa noche, pensó que él la iba a escuchar.

viernes, 29 de julio de 2011

Jugar al "Teléfono".

Me convertí en una asesina de momentos escritos, fue lo primero que pensé mientras recordaba que volvíamos al ‘training’ del blog. Conste que jamás he tomado esta instancia como una obligación, pues, lejos de estresarme, es el único lugar que queda vigente para vomitar (en una excelente forma, claro está) lo que sale desde mi cabeza. Esta asimetría verbal que ha cobrado viva propia, que redacta, lee y escucha cada una de mis verosímiles anécdotas y pensamientos.
Pero el tema de hoy, no es sobre mi reencuentro con las teclas, el título que derrama miel y el fondo gris oscuro, sino algo muy diferente; algo que me hizo reír, y reflexionar a la vez.
No es novedad que mi hermana provoque ciertos clicks dentro de mí, sin que esa sea su intención, pero si hay algo que sé muy bien, es que Victoria me enseña a diario. A sus cortos cuatro años y nueve meses, ha logrado en mí una Daniela con algo más de paciencia, preocupación; una Daniela servicial, atenta, y con unas ganas incontenibles de ser la mejor hermana mayor que haya pisado la tierra.
El miércoles recién pasado, mientras manteníamos la típica charla de cómo había estado su día en el colegio, su carita se llenó de una sonrisa algo pícara; esos cachetes colorados que contrastan con su piel nívea, se llenaron de palabras.
“¿Te mandaste alguna embarrá?”, inquirí. Negó con la cabeza, y a la vez que se revolvía en mi cama, como acomodándose me respondió: “Es que se un secreto. Un secreto del primo de la Emilia”.
¿Quién mugre es la Emilia?, se preguntaran. Bueno, es la compañerita amiga de la Vico. La típica compinche que desde aquella temprana edad ya te acompaña al baño, te pasa el confort por si se te olvidó, etc.
“Ya… Y, ¿Es algo malo?”. Volvió a sonreír. “Ella nos contó que su primo Tomás se había hecho pipí en los calzoncillos”.
Cara de nada. Debo admitir que una parte de mí esperó algo más interesante. Algo así como que le había sacado cien pesos a la mamá, o que había mentido. Entonces, yo me hubiese entretenido dándole una pequeña charla de lo incorrecto de esos actos. Pero solo tuve que decir: “Ay Vico, a los niños chicos le pasa”.
Mantuvo su misma sonrisa intacta. “Si. Pero yo me río, porque la Emilia nos dijo que no le contáramos a nadie, porque si su primo sabía que alguien más se enteraba del pipi, él dejaría de ser su primo”.
Alerta roja, alerta roja: el primer cahuín de la Victoria.
Sudé. Ya estaba tan grande, que incluso sabía en lo que consistía esa fea, horrible, y asquerosa actitud del ser humano; eso de “te cuento, pero no se lo digas a nadie”, la mentira más trucha y falsa desde la existencia de las mentiras. ¡Si es como jugar al teléfono! Pasa de oreja en oreja, de boca en boca, y es tan mal usada la información, que un: ‘Hola, me llamo Dani’, termina en ‘Te odio, me caís mal’.
“¿Entonces por qué me cuentas? Si tu amiga te pidió que no lo contaran”. Trate de aparentar cara de mamá, pero debo admitir que era un poco chistoso escucharla hablar.
“Pero ellos no te conocen”, declaró.
Primero, me sorprendí. Tan chica y a la vez, con esa actitud tan de grande. También porque quizás cuantas veces hemos hecho lo mismo; la cosa cambia, porque somos capaces de tomar la decisión si hablar o no, pero siempre es mejor comentarlo en ese silencio, que a la vez se hace audible incluso con gente que no conocemos… Pero ahí fue cuando comprendí que ese es nuestro instinto. Como suele decir mi mamá, es por eso que se les enseña lo bueno, porque lo malo sale del corazón sin hacer esfuerzo.

 Es bueno pensar antes de hablar. En especial si no sabes a quién podrías llegar a dañar.

lunes, 20 de junio de 2011

Yo, creo.

Si le interesa un poquito saber dónde esta parado, qué sucede actualmente con la educación Chilensis, y no se quiere poner una venda frente a lo que, seguramente, mañana le tocará a defender, vea este resumido video.



domingo, 19 de junio de 2011

Burbuja.

Es una extrañeza todo esto. Esa necesidad increíble de querer terminar el año luego, tranquila en su gran mayoría, esperanzada de que la inservible Prueba de Selección Universitaria, me diga que sí a la Universidad que yo quiero, y decirle Adiós al colegio que me albergó desde séptimo, en todo ese crecimiento personal, espiritual e incluso corporal. Es una extrañeza, porque sé que cuando tenga que despedirme de todos los lugares recónditos y escurridizos que me ocultaron más de una vez, y de todas esas personas que han sido como Agua y Luz solar a mi crecimiento (Profesores, compañeros, y una que otra persona amiga), lloraré como todos ya deben suponer, pues, saben como soy. Han sido seis años de mágicas y algunas duras experiencias; el Colegio ha sido una burbuja increíble que extrañaré, una burbuja que ha sido buena.
Las clases de este año han cobrado una perspectiva diferente. Cada profesor que se ha parado frente a nosotros este año, me hace reflexionar. En primera instancia, porque entendí cuan complicado es tratar con estudiantes como nosotros; somos un poco mañosos (solo un poco), y gracias a las “clases de ayudantía” (como lo fue Historia y Lenguaje) pude darme cuenta que eso de luchar con los cerebros ajenos, no es lo mío. Menos cuando definitivamente no tengo el carácter suficiente como para tratar con estudiantes en plena adolescencia; somos insoportables. Así que, mi sueño de ser profesora de Lenguaje por cinco años, no fue más que la farsa que algunos aún esperan que me retracte.
Pero por sobre todo, aprendí lo que significa vocación. Esa que ellos tienen, y que los mantiene de pie frente a nosotros, ya sea enfermos, tristes, felices, no tan sonrientes, y con situaciones familiares complicadas. Es increíble como toman toda esa mochila llena de todo y la dejan a un lado, con el objetivo de frente: enseñar. Va más allá de aprender sus materias porque sí; es dar lecciones de vida, desde un fundamento, porque no todo es porque sí, o por osmosis, o porque a un insulso con demasiado tiempo libre se le ocurrió que debíamos aprenderlo (aunque sinceramente, en cuanto a matemáticas sigo con el pensamiento que algunas cosas son así, con el respeto que merecensilencio).
Me di cuenta que Literatura y Arte (gracias al Profesor Luis y Miss Patricia) son eso que me recorren las venas; eso que me fascina hacer, con lo que sonrío y anhelo hacer de por vida. Es un poco complicado escuchar constantemente que tu circulo diario te repita el poco ingreso que podría llegar a recibir, y que el campo laboral es no se qué y no se qué más. Pero como la vida esta hecha de metas, y a mi no me gusta caer, solo me queda saltar. Es como me pasa con la política en mi casa: Papá de Derecha, hija instintivamente media Comunacha y una Mamá que se quedó con el No, aunque eso es otro tema.
Siento que decir un “Gracias” definitivo me adelanta a un momento el cual quiero/no quiero que llegue. Pero eso sí, no estaría nada de mal que llegue el Seis de Julio. Hace demasiado frío en las mañanas últimamente (Carita triste), y no sería malo despertarme un poquito más tarde, aunque sean dos semanas.

 Si Compañeros; apuntos de pasar la línea que nos lleva fuera de nuestro cálido Colegio.

domingo, 12 de junio de 2011

Analogía.

El miércoles fue un día lleno de cosas habidas y por haber; de todo un poco. Dulce, agrio, más agrio. Pero contemplando que a estas alturas, es mejor hablar sobre las cosas agradables e intentar botar al tacho de la basura lo inservible, me referiré a nuestra súper salida al Vivero.
Ya, para que andamos con cosas: me encantan los niños chicos. No me cuesta llevarme con ellos, muy por el contrario, se me hace fácil saber como entenderlos y viceversa (quiero creer que es por tener una hermana en Pre-Kinder y se reconocer sus intereses, no por un tema de madurez…)
Ahora… También existe un punto, en que los niñitos lindos preciosos, sacan de quicio. En el colegio tenemos varios ejemplos, en especial del tercero básico, una especie de concentración de los niños ‘pateables’. Pero ese es otro tema.
Sinceramente, ese día en la mañana no me daban demasiadas ganas de perder lenguaje y tener que salir a enfriarme con ese tan agradable frío matinal, proveniente de las alturas cordilleranas. Además existe una especie de relación amor/odio entre el frío y yo, pero ese es otro cuento. Al final, lo que significó una motivación fue el pensar “es último año”. Triste (ni tanto), pero cierto. Y después de contemplar muchas veces la idea, recordé que el Vivero estaba a metros cortos del final del camino de tierra. No era ni tanto.
Mientras comprábamos las plantitas y árboles, fue más un lapsus existencial y sacar algunas fotos que otra cosa, y es que el sueño tiene varios efectos en mí, y el ser poco animosa es uno. Eso si, me reivindiqué cuando de vuelta teníamos que cargar las compras; la Isabella (más conocida como Chichi, el enigma de mi vida) caminaba a mi lado, y podía darme cuenta que a pesar de tener unos brazos pequeñísimos, podía sostener con fuerza un masetero de flores amarillas y rojas; no le daba cabida al cansancio, y eso me hizo un poco de click. Un click metafórico que fue de peso, especialmente a estas alturas.
¿Algún deseo? Ir a visitar el colegio en plan de “Quinto medio” el próximo año, y ver que esas plantas y árboles que plantamos no hayan secado; que los cuidados “más mínimos” que hayamos entregado, sirvan para su crecimiento, vitalidad, fuerza.
En mi súper analogía, en el colegio suceden muchas cosas. Experiencias únicas, maravillosas, y otras muy poco agradables, pero que al final del túnel, cuando sabemos que en algún momento Dios va a hacer su propósito en lo que creemos, es una porquería de situación, reiremos, y reiremos tranquilos. Así pasa con las plantas, y el abono que puede no ser muy agradable para ellas, pero que al final de cuentas ayudan la calidad del sustrato y no sé que otra porquería más.
Lo importante es no secarnos. Lo importante es seguir creciendo.

Antupirén, final del camino pavimentado. Sol matinal que se asoma por nuestra cordillera. Fotógrafa: Yo.

domingo, 5 de junio de 2011

HUGO (He Usurpado Generosamente tu Oreja).

Es como derretirme. Es como si repentinamente nada realmente tuviese el peso suficiente como el que toman nuestros ojos cuando se encuentran. Un par demasiado grande, y otro demasiado pequeño, en donde la comunicación no es un problema; simplemente una instancia de supremacía emocional. Es sentirnos tranquilos, calmados, dando los pasos necesarios sobre el pavimento, y unos cuantos por las nubes; es no tener miedo de sentir sus dedos entre los míos, ni su respiración junto a mi oído, ni sus pensamientos audibles dentro de mi cabeza. Es actuar de forma natural, reír porque lo que prima es la felicidad, sentir el uno al otro y nada más.
Aquí no hay nadie por sobre el otro, sino solo dos seres creciendo a la par, con la misma cantidad de errores, ganancias, parar, levantarse y seguir. Aquí no existe el egoísmo, no existe la amargura, no existe ni ellos ni nadie, porque es un todo que solo tiene espacio para tres: el Creador, y los otros dos con ganas de amor; de ese que te llena desde las falanges inferiores, y termina estallando de forma exquisita en la cavidad parietal. Ese que te aturde, pero que a la vez te deja pensar correctamente: quieres lo mejor para el otro. Incluso si eso es directamente proporcional a ir en contra de la temida voluntad.
Desde hace un tiempo y sin darnos cuenta, nuestro vocabulario se amplió. El singular pasó al país del olvido, porque el plural ocupó de forma imperial su trono. Yo llevo un trozo de ti, y tú uno de mí, y el solo recordar que nos llevamos, es causal de un par de comisuras alegres que solo anhelan ensancharse lo más posible, con cada pestañeo, con cada ‘quiero’. No elegimos ni forzamos nada; no aceptamos algo teniendo ese propósito claro, con esas ganas infinitas de llegar sonriendo a lo que quiera que este preparado para nosotros.
Gracias a Dios por regalarme el hombre más virtuoso del planeta tierra, el más amigo, el más compañero, el más chistoso, el más sobre protector, el más psicólogo, el más subjetivo, el más enojón, el más no celoso, el más bailarín, el más actor, el más músico, el más escritor, el más casi abogado, que cualquiera se moriría por tener. Gracias a Dios por esas millonadas de canciones cantadas, interpretadas, recitadas, burladas, ridiculizadas; por esas instancias donde tu voz y la mía se acarician mientras danzan al compás de las notas necesarias para construir lo que se nos de la gana; por la maravillosa capacidad de reírnos y bromear después de un momento tenso, porque no nos interesa pisotear al otro, sino hacerlo sentir mejor; por tu cuadrado y el mío, que juntos forman un rectángulo lo suficientemente humanista y literario para hacerlo poco matemático; por ese cuaderno negro y peculiar, en dónde escribimos todos esos momentos pragmáticos e incluso poco relevantes de esta real historia; pero gracias a Dios porque simplemente eres tú, autentico, con los defectos e increíbles virtudes que te hacen ese hombre único e inigualable para mí.
Hugo Morales, alias Hugozzlightyear, Hugoberto, BigotHuguiño, Fujimori, Evo, Pelucón, Chinito, Cosita, Amor, e incluso más… Te Amo.


*Te Momo, en ese lenguaje tan especial que todo de nosotros puede mantener, y que nadie más podría captar, porque es simplemente eso, nuestro.

domingo, 29 de mayo de 2011

El Necrófago.

No dejaba de mirarla. No pestañaba, ni tampoco respiraba. No había movimiento involuntario, ni tampoco irreflexivo, si no más bien maquinal. Cada centímetro de piel expuesto al lóbrego cielo color gris apagado, era observado por esos pares de ojos eclipsados.
Yo entendía la situación. Desde lejos podía oler las intenciones incoherentes de aquel sujeto. Un Necrófago con sus nueve letras bien escritas, y con cuchillas por dónde se le observara: su piel atezada, su mirar aparentemente pastel, sus movimientos afables, y su cuerpo compuesto. Sin olvidar una sonrisa ejecutora y bien terminada por dos comisuras carmesí.  Simplemente una delicia.
La chiquilla de melena castaña oscura y expresión indefensa, finalmente se percataba de las dagas que volaban desde el individuo que se encontraba sentado en la mesa próxima. ¿Por qué sentía cómo si él la fuese a devorar? Decidió bajar la mirada, y comenzó a revolver el jugo frutal que hacia unos minutos esperaba paciente frente a ella. Intento fallido. Sus ojos apagados buscaron nuevamente esa extraña criatura, que, repentinamente le era fascinante. Y así fue alrededor de una hora. Quizás más.
Inocente, pensé mientras cambiaba la página de mi libro. Desde mi punto de vista, ese halo tan candoroso, debía salir corriendo, dejar de pensar pavadeces y no creer las retorcidas intenciones de un ser humano necesitado de patetismo ajeno. Muy ajeno.
Él, se levantó de su asiento, arrastrando los pies de forma dedicada y eficiente hasta unos centímetros de la joven. Soslayó su sonrisa característica, y le susurró en el oído algo ininteligible. Me recordó cierta ocasión. Mis dedos se encresparon en la tapa del libro, y quise prestar un poco más de atención a la escena frente mí. Pero todo ya era demasiado tarde. La muchacha tomó su bolso, olvidó su jugo a medio tomar, y fue caminando tras el magnicida, mientras él… Mientras él, seguramente pensaba en cómo acabar con ella.
En circunstancias cómo esas, ¿Qué puede hacer una simple testigo? No tenía pruebas convincentes, rotundas o categóricas. Solo el costurón cosido a mano en mi víscera. Para que alguien como ella me creyese, necesitaría sacar el cuerpo del delito y enseñárselo de forma física.
Pero después de un asesinato como al que yo concurrí, la sensibilidad se pierde. Y solo puedes sentir los mordiscos glaciales e insulsos por la noche, cuando cierras la puerta de tu habitación con pestillo, esperando que el nocivo depredador abandone tus pesadillas.


*Cuento redactado por mis pocas y escasas ideas mentales, hace ya un par de meses atrás.